Charla en el Bauen 23/08/06 (Organizó L.S.R.)

Intervención de Laura Ginsberg

Buenas noches. Quería agradecer especialmente la invitación de los compañeros de la Liga Socialista Revolucionaria a participar de esta actividad. Para nosotros es muy importante porque no tenemos muchas oportunidades de debatir en foros de esta naturaleza nuestra visión del ataque a la Amia.
Quiero aclarar que nosotros no somos expertos ni conocedores de la problemática y la complejidad del conflicto en Medio Oriente pero, por supuesto, nos pronunciamos contra la agresión del Estado de Israel contra los territorios de Gaza y el Líbano. Lo hicimos el último 18 de julio y de alguna manera este conflicto bélico, nuevamente, parece poner el tema Amia en un estatus de íntima vinculación con lo que en otra oportunidad fue el momento de la voladura de la sede de la Amia.
Nuestra intención es tratar de mostrar que esta vinculación directa no es tal si no se mira en la perspectiva del papel que cumplió el Estado argentino.
No sólo en la voladura del edificio de la Amia sino también en las distintas etapas que fue sorteando el Estado argentino para ocupar el lugar que ocupa hoy en el contexto internacional y el papel que juega en la lucha contra el “terrorismo internacional” que está otra vez en el tapete.
En estos días, desde el 12 de julio para acá, si de algo “sirvió” volver a reflotar el tema Amia (sobre todo para la dirigencia de la comunidad judía y para la Embajada de Israel) fue, precisamente, para recrudecer sus diatribas contra la responsabilidad de Hezbollah en el ataque a la Amia. Es decir, esta situación actualizada del conflicto en Medio Oriente vuelve a poner sobre el tapete esta intención reiterada –y, a esta altura, casi mirada por algunos sectores como una verdad incuestionable– cuando, en verdad, no existe después de 12 años ninguna evidencia contundente que vincule el accionar de Hezbollah con la voladura de la Amia.
No sólo no hay evidencia sino que ni siquiera Hezbollah, ni Hamas ni la Jihad islámica, ni cualquier otra agrupación, se adjudicó la voladura de la Amia ocurrida en 1994.
Lo que sí existe y lo que sí se ha acumulado a lo largo de estos 12 años es la responsabilidad que tiene el Estado argentino en este ataque. El Estado argentino ha participado, no solamente en el encubrimiento sino que ha participado en la comisión misma de este crimen que nosotros caracterizamos como un crimen de terrorismo de Estado.
Muchas veces, cuando tratamos de abordar este tema, nos damos cuenta de que existe entre la gente la sombra de que esto ha sido un ataque que vino “de afuera”.
El Estado argentino mismo se ha puesto en víctima. El año pasado el Gobierno firmó el famoso decreto del “Duelo Nacional” para el 18 de julio, diciendo que el Estado nacional había sido víctima del accionar terrorista de grupos supuestamente islámicos. Poco tiempo después, otro decreto reconoció, mezquinamente, la responsabilidad del Estado en el encubrimiento.
El Estado argentino da para estas dos cosas, lo que en un sentido es la muestra del rol que ha jugado tanto en el encubrimiento como en la criminalidad misma.
Supongamos que Hezbollah sí participó (aun sin evidencias). Lo único que pudo mostrar el Estado argentino hasta hoy es que, supuestamente, hubo un joven de 21 años, apellidado Berro, que se inmoló en la mutual judía. Con esto trata de demostrar, por supuesto con evidencias que no existen, la responsabilidad del inmolado. Pero aun cuando el inmolado hubiera existido, y hubiera sido ese individuo, el Estado argentino no puede explicar –y por eso el tema Amia “no cierra”– cómo este “terrorista suicida” llegó a Buenos Aires, pudo disponer de una zona liberada; pudo contar con la provisión de vehículos; de helicópteros que vigilaban la noche anterior al atentado; pudo disponer de toda la logística que sólo le pudieron haber provisto las fuerzas de seguridad e Inteligencia de la República Argentina…
Vale decir que, aun en el caso de que hubiera existido el suicida, todavía el Estado argentino no puede decir ni “mu” sobre todo lo que el Estado mismo aportó para que este supuesto terrorista viniera y se inmolara en las condiciones en que supuestamente lo hizo.
De manera tal de que el tema Amia –otra vez, y en el medio de esta situación internacional– vuelve a reforzar nuestras posiciones. Aquí no se trata de endilgarle una responsabilidad criminal a un supuesto terrorista del que todavía ni se pudo demostrar su existencia, sino corroborar que es el Estado argentino el que tuvo una participación concreta no sólo en el encubrimiento sino en el crimen mismo.
Quiero aprovechar esta oportunidad –porque no tenemos posibilidad de debatir con otros sectores de la izquierda de esta manera– para decir: ¡qué bueno que podamos estar acá y traer el tema de la Amia!
Porque durante todos estos años –desde 1995 para acá, cuando los familiares empezamos a movilizarnos y a empaparnos del tema, primero desde lo jurídico y después intentando conocer porqué había ocurrido todo–, desde entonces, la izquierda en general no ha tomado el tema Amia en sus propias manos como una bandera de lucha contra la criminalidad del aparato del Estado,
Y esto lo traigo a colación porque poco tiempo después del atentado, algunos sectores de la izquierda con los cuales nosotros tenemos hasta el día de hoy debates realmente difíciles, se manifestaron diciendo que la voladura de la Amia había sido un hecho casi “progresivo”, porque significaba un progreso de la lucha del pueblo palestino por sus derechos y por su territorio en Medio Oriente.
Y lo cierto es que reivindicar estas posiciones 12 años atrás fue uno de los obstáculos que se nos presentaron precisamente para poder acusar a quien es el verdadero responsable. Un responsable que poco tiene que ver con lo que significa la lucha por la liberación de un pueblo como el palestino, y sí mucho tiene que ver con las excusas –como hablaba recién Jorge– que sí utiliza el Estado argentino para cubrir sus propios crímenes. Las excusas fueron mucho más que excusas porque, en realidad, fueron verdaderos acuerdos que el Estado argentino fue construyendo en todos estos años para encubrir sus propias responsabilidades.
Yo creo que si la izquierda hubiera acompañado el reclamo de los familiares, primero al gobierno de turno y después –en una comprensión más amplia– como una denuncia contra el Estado argentino mismo, la historia tal vez hubiera sido otra. Esto realmente dividió aguas hasta tal punto que para lo único que sirvió esa óptica, fue para abonar el mismo discurso que hoy la Embajada de Israel y la dirigencia judía sostienen: que el responsable es Hezbollah, y que ellos fueron víctimas de una agresión extranjera.
Por eso, cuando nosotros decimos que condenamos la agresión de Israel contra los pueblos palestino y libanés, es porque entendemos que la única manera de consolidar las posiciones de determinación de los pueblos es luchando contra los Estados mismos. Y esto es lo que nos ocurre a nosotros hoy con el tema Amia.
Creo que el conflicto en Medio Oriente hoy actualiza nuestras posiciones porque siempre denunciamos que lo de Amia no hubiera ocurrido si no hubiera existido el acuerdo expreso de los Estados Unidos y de Israel. Nunca hubiéramos llegado a esta situación si no hubiera sido que el Estado argentino contó con esos apoyos de toda naturaleza, fundamentalmente los acuerdos políticos que han tejido.
Por eso, hoy nuestra preocupación también se manifiesta porque vemos que detrás del conflicto en Medio Oriente, y de la mano con la impunidad que hay en la causa Amia, cómo se retoman los viejos argumentos que se enunciaban poco tiempo después del atentado: “hubo una implosión en la Amia; los judíos se pusieron la bomba…”; todos discursos que poco tienen que ver con la realidad a lo largo de estos 12 años. Años donde los tres poderes del Estado actuaron de la misma forma, independientemente de los funcionarios y los gerentes de turno. De alguna manera, ninguno de los interrogantes que hoy siguen planteados se pueden responder si no es en el marco de la apertura de los archivos que el gobierno de Kirchner sigue manteniendo cerrados.

Cuando nosotros decimos que a veces es difícil hablar del tema Amia en estas circunstancias, nos queda claro que aquello que comprendimos como la acción criminal del Estado argentino contra la población civil en la Amia, ocurrió en un contexto internacional. Recién Jorge decía que a partir del 11 de septiembre de 2001 los Estados Unidos se lanzaron a la conquista del mundo. Creo que si bien es cierto que esta fecha tiene todo un significado, porque a partir de ahí empezaron todas las invasiones, no es menos cierto que la Argentina cumplió un papel desde varios años atrás. Desde principios de la década de 1990, con la bomba en la Embajada de Israel, y con la voladura de la fábrica militar de Río Tercero, la Argentina se convirtió en un verdadero laboratorio de preparación de estas políticas terroristas que, tal vez, a partir de septiembre del 2001 le permitieron a los Estados Unidos invadir Afganistán, Irak, etcétera.
Cuando hablamos de laboratorio de preparación de estas políticas no negamos la dimensión de esos hechos sino que vemos las evidencias locales. Las evidencias son que a partir de la voladura de la Embajada de Israel, la Argentina empezó a ocupar un sillón en la OTAN. Este ascenso vertiginoso que el Estado argentino tuvo durante la última década, lo lleva hoy a ser prácticamente el “país estrella” de los Derechos Humanos en el mundo. Ocupa, precisamente, una oficina en la dependencia de los Derechos Humanos en la Organización de las Naciones Unidas.
Este crecimiento que ha tenido la Argentina en esta materia sólo es posible por el papel que jugó como laboratorio de la preparación de las dos bombas y especialmente la de la mutual de la Amia y, por supuesto, por la voladura de la fábrica militar de Río Tercero. Allí la Argentina mostró que es un lugar confiable para Estados Unidos y sus políticas en Medio Oriente, y para la imposición de esas políticas de terror porque, acá, la impunidad está garantizada con la firma y el sello del Estado argentino.
Uno podrá buscar o discutir cuál fue el autor intelectual. Nosotros no descartamos que haya intervenido Irán; tampoco que hayan intervenido los Estados Unidos o Brasil o Israel mismo. Todos ellos sabían que el atentado iba a ocurrir por segunda vez en Buenos Aires. Por eso es que si no se abren los archivos secretos que el Estado argentino sigue ocultando, poco vamos a saber de esos vínculos y poco vamos a entender cómo fue la situación que permitió que todos estos socios del Estado argentino pudieran, además de colaborar en la colocación de la bomba, encubrirlo durante todos estos años.
De manera tal que la búsqueda del autor intelectual es, en un sentido, un tema menor. Acá lo importante es quién puso la mano de obra materialmente necesaria para concretarlo. Y en esto el Estado argentino se lleva todas las palmas. Pero insistimos en que estemos atentos, porque la responsabilidad no es de Hezbollah; no es de un conflicto en Medio Oriente, sino que aquí hay una responsabilidad concreta que tiene que ver con la participación del Estado nacional.
Desde Apemia proponemos hoy más que nunca, ante esta situación, la apertura de los archivos secretos. Sólo de esa manera vamos a poder entender cuál fue el papel de la Argentina y qué papeles cumplieron sus socios.
Finalmente, tratar de comprender estos vínculos para establecer por qué la Argentina fue el territorio en donde estás políticas pudieron prepararse. Aquí se prepararon las políticas de terror, de la guerra y de la invasión… Y esto no termina acá, esto recién empieza.
La Argentina sigue siendo un objetivo. Todos leen los diarios y saben que en la Triple Frontera se está armando un “comité regional de lucha contra el terrorismo”. La excusa es que por ahí pasa un movimiento de capitales que financia a Hezbollah… pero lo concreto es que vamos a tener a los gendarmes del mundo en la Triple Frontera. Todo con la excusa de la causa Amia (que es apta para todo este tipo de “servicios”). También sirve para la confección de la ley antiterrorista, un viejo proyecto que cada tanto reflotan los que ahora –después de la visita de la delegación del Congreso Judío Mundial, el último 18 de julio, y de las reuniones que mantuvieron con Kirchner– quieren concretar. La Argentina ha entregado todo; la Argentina ocupa un lugar en la lucha contra el terrorismo en el concierto de las naciones; la Argentina tiene que sancionar la ley.
Todas estas políticas no son nuevas, las generó Corach. Empezaron allá por los años 1998-99 consolidando el grupo del “3 más 1” que hoy se traduce en esta comisión regional de lucha contra el terrorismo.
Nosotros planteamos que para luchar contra la impunidad del Estado argentino y las políticas de terror del Estado argentino, hay que exigir la inmediata apertura de los archivos secretos y la entrega a una comisión investigadora independiente del Estado. No sólo para saber qué es lo que ocurrió sino, además, para dar un paso adelante en las luchas contra el Estado en estas políticas de terror que nos siguen imponiendo.
Gracias.